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Usted esta entrando en el mundo onírico de un estudiante de Psicología, lo que pase aquí corre por su cuenta y aunque no hay riesgo de explosiones, incineraciones ni absolutismos en la palabra de un desconocido, esto podría cambiar algunas ideas pertenecientes a ustedes y con ello llevarlos a una realidad alterna que no es de la que hablan T-apendeja y Telarrima
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EL PERDEDOR SE LLEVA AL OTRO


Otra vez me atrasé con el blogc, lo sé, no tengo perdón de Dios, pero cada que meto algo, busco que sea algo bien hecho, y esta no es la eseptción.

La banda, en esta ocasión les traigo un cuentiux de mi autoría, espero les guste. Es un tanto gore pero... disfrutenlo.

La ruedo lleno, la luna en todo su esplendor, blanca, gigante, alumbrando la plaza. La arena parecía polvo de plata, el traje del matador brillante, hijo de la luna con tanto brillo sobre él, las gradas llenas, todos gritando y aplaudiendo a cada pase del hombre espectáculo, burlándose del pobre animal con cuernos de treinta centímetros y hocico ya sucio de polvos metálicos recogidos por baba o sangre, imposible saberlo.

Al llegar la hora de clavar las espadas la gente enloqueció, aventó sombreros, flores y gritos “¡ya mátalo!”, “¡queremos ver sangre!”, la luna se acerco al escuchar tanto grito Parecía un extraño ritual: entre más gritaba la gente, más se acercaba el astro.

El cazador tenía ya la presa cansada, ambos se vieron a los ojos, de pronto, todo fue silencio; el toro a la derecha, el torero a la izquierda, los cuernos le hablaban claro a la espada: el ganador se lo llevaba todo, el perdedor se llevaría al otro… así, un grillo dio el tono de salida para ambos, el animal dio el primer paso hacia la muerte, el toro le siguió, los pies se acercaban, los cuerpos, los ojos, los cuernos y la espada; y todo se volvió uno. El acero entro en el bulto de 900 kilos y los berridos de muerte se hicieron presentes en la bestia, automáticamente fueron callados por el ensordecedor grito de la multitud; “¡queremos sangre cabrón!”, “¡córtalo en pedacitos!”, “¡a webo cabrón, queremos moronga!”.

Al sacar la espada, salió un pequeño chorro de sangre, la arena se hizo roja, la luna gritó cambiando de color a un naranja intenso, a cada gota que caía, se acercaba y se teñía más. La gente quería una dosis mayor de sangre y sufrimiento. El torero algo preocupado comprendió que sólo estaba para servir, por lo que limpió su espada con su propio traje a la altura del muslo, buscaba el punto muerto en la visión del toro, al encontrarlo, se le abalanzó cortándole la cabeza para después abrirlo a la altura del estomago y desprendiendo parte de sus tripas bañadas de sangre maldita bajo la luz de una luna roja, lo aventó hacia la gente. Le saco los ojos y también los aventó, el público comenzó a sentir aquel liquido tan puro y cálido en la cara de los que se toparon con lo arrojado.

La oreja; esa se la quedó de trofeo y se la guardo bajo el traje, pero la gente ya sabía lo que era la calidez de los fluidos del degollado y pedían más, en este momento el torero empezó a experimentar el miedo que en su momento sintió el toro, se sintió extraño visto por todos, pronto reaccionó y miro al cielo, solo veía una luna que parecía que quería estallar… ¿o sería Marte?, el humano comprendió lo que tenía que hacer, corto las patas y cola, algunos órganos seguían dentro del animal y los jaló con la mano para que salieran de aquella bolsa de cuero sin alma.

Dio dos pasos atrás y gritó: “¿quieren esto verdad?, vengan por ella que yo no les daré nada”. Al decirlo, sin perder tiempo, todo mundo bajo al ruedo, algunos por las prisas, dejaron sus chamarras o cabezas se quedaban sin sombreros, algunos zapatos volaron y uno que otro niño fue pisoteado, también un idiota que se tropezó con las agujetas, la avalancha de cuerpos era entrecortada por escalones o suelo, al final, la mayoría que fue la que llegó al ruedo comenzó a caminar despacio, algunos incluso hincados, contemplando a un cuerpo que les recordó a su Dios, muerto por su necesidad de muerte, besaban la arena, mordían el polvo, se deleitaban con sus gramos de muerto, gotas de sangre y el recuerdo de tan especial corrida. Todos se abalanzaron contra los restos del animal y comenzaron a acariciarlos, a besarlos, bañarse de ellos, hasta que a alguien se le ocurrió comenzar a masticar, fue entonces cuando la locura se desato en aquella tierra roja por el reflejo del único observador astral o viceversa. Los demás, al ver esto, no quisieron quedarse atrás y comenzaron a masticar y engullir.

También lo veía el torero atónito a un lado de la escena, no pudo más que hincarse y vomitar, voltear y gritarles “¡locos, están enfermos, dementes, era solo un pobre animal!, ¿qué les pasa?”. Después se tiro a la tierra a llorar amargamente por su compañero de espectáculo, lloró hasta que el cuero del animal quedó mordisqueado, con algunos dientes incrustados sobre el cuero de aquel ser ya sin ánima.

El tumulto alzo la mirada tras los gritos del torero, una mirada que ya no era humana, era una de plata, de una horda de espectros salvajes que recordó la oreja dentro del traje del matador que éste había guardado, el trajeado no supo lo que sucedió, y solo pudo ver como todos se le abalanzaban, no pudo siquiera correr, lo agarraron incado, le quitaron la oreja pero era muy poca carne para tantísima gente, que viendo la ropa del torero destruida por ellos mismos se exitaron aún más. La salvajada no dudó en atacar y dejarlo desnudo y arañado, esto era más sangre para un público insaciable que poco a poco comenzó a desmembrar al torero, total, era parte del mismo acto, “¡acompañaras a tu cuernudo amigo en otras dimensiones!” le dijo algún maniaco, pero en esta carne fuiste. Y de carne se alimentaron, de gritos y gemidos desgarradores de un torero recién picado por una espada que abrió su panza dejando al descubierto el estomago y otros órganos que no tardaron en ser nada, lo abrieron más y comieron más, hasta que del hombre espectaculo no quedaron sino huesos.

Para cuando el tumulto había acabado con ambos animales se pusieron de pie y se vieron unos a otros, se sonrieron todos con malicia, todos estaban cubiertos de sangre y a aquel buffet aún le quedaba bastante tiempo, casi un auditorio de vida…mientras que el único espectador astral, no pudo más que huir y dejar el recinto en completa oscuridad.